martes, 24 de febrero de 2015

La Poesía a partir de los años 70



La poesía a partir de los años 70

En 1970 José María Castellet, reúne en la antología “Nueve novísimos poetas españoles” a José María Álvarez, Félix de Azúa, Guillermo Carnero, Pere Gimferrer, A. Martínez Sarrrión, Ana Mª Moix, Vicente Molina Foix, Leopoldo Mª Panero y Manuel Vázquez Montalbán, se les presenta con una decidida voluntad rupturista, desafiante con la literatura anterior, es decir, un talante provocador, semejante al que se presentaron los movimientos vanguardistas de los años veinte. (El libro fue recibido casi como una ofensa, como una descalificación global de la poesía española, se enfadaron los poetas que creían tener derecho a estar incluidos, así el caso de José Miguel Ullán.) Y terminó con el cansancio de la estética realista que los sectores más vivos de la L. española sentían al final de los 60.

Para marcar distancia con la poesía española anterior (a excepción de algún poeta del 27 -Cernuda o Aleixandre-), harán gala de que sus influencias vienen de la lectura de poetas extranjeros: T. S. Eliot, E. Pound, Yeats, Lautrèmont, autores hispanoamericanos como O. Paz o Lezama Lima. Por eso en sus poemas aparecerán citas de estos poetas, referencias, topónimos en inglés o francés.

Ellos son la primera Generación que había nacido tras la guerra y comienzan a escribir en una “sociedad de consumo”, donde iba filtrándose desde fuera la cultura del tebeo, del cine americano, con sus ídolos (desde Mickey Mouse a Humphrey Bogart), la música de Jazz / la música pop.

La misma libertad que utiliza el músico de Jazz para tocar, la falta de plan, utilizará el poeta para elaborar su poema, por eso se vuelve a la escritura automática, a la técnica elíptica, al metapoema, donde el autor indaga sobre el lenguaje, y experimenta sobre el resultado final de su elaboración.
Esteticismo: La mística de la novedad, hizo estragos y erosiones en la gramática del poema, se llegó a abusar del léxico suntuoso y técnico, de las referencias al cine, al deporte, a los mass- media, dejando a los lectores en situación difícil para descifrar el mensaje.

En el prólogo de Castellet a  Nueve novísimos y en las distintas “poéticas” que escribe cada uno de los antologados se subraya:

-          La despreocupación hacia las formas tradicionales, los preceptos, se exige libertad formal.
-           La búsqueda de posibilidades expresivas se orienta tanto hacia el aspecto rítmico y musical como a su relación con la estructura de los textos o la ruptura de la lógica del discurso, la ya nombrada escritura automática, de libre asociación de ideas, el collage o el pastiche (que según la RAE es “Imitación o plagio que consiste en tomar determinados elementos característicos de la obra de un artista y combinarlos, de forma que den la impresión de ser una creación independiente”) ,
-          Su formación filológica, puede llevarles, por otro lado, al exhibicionismo cultural, al retoricismo o manierismo, de los llamados “poetas venecianos”, ya que se hacen eco de ambientes decadentes, estilizados, escenarios venecianos, cuyo trasfondo vuelve a ser la música, el arte ( y que tal vez inauguró “La Oda a Venecia desde el mar de los teatros”, composición de Pere Gimferrer, otro caso es también Antonio Colinas, Sepulcro en Tarquinia)
-          La reflexión metapoética de muchas composiciones insiste en considerar el arte como fenómeno autónomo, la poesía como un valor absoluto y el poema como  texto autosuficiente.
-          La reelaboración de los clichés de héroes del cómic y los motivos de los mass media tuvo mucho de jugueteo y frivolidad gratuita, pero también fue una actitud provocadora y un afán de desatascar la poesía de su papel trascendente, se le negaba su alcance de transformación social.
-          No obstante estos poetas fueron perdiendo la impronta experimentalista de su etapa de presentación y eliminaron la algarada retórica y las referencias “culturalistas”.

 AÑOS OCHENTA
Es Curioso, porque a partir de los poetas de Castellet, ya no se mantiene  el periodo de quince años para hablar de generación, como se había hecho hasta ahora, sino que se empieza a hablar de Generaciones por décadas.
José L. García Martín advierte que los poetas más rezagados de una generación, se abrazan con los más precoces de la siguiente, etc. Así que sin que se trate de una ruptura radical con la estética precedente, ya que aquellos también la han ido abandonando, se vuelva la atención al hombre histórico, lo que lleva a una mayor humanización en la poesía, temporalización y contextualización en las vivencias que se expresan, acercamiento al lector.
En los años ochenta, la finalización de la censura, y la llegada de la democracia, facilitó el rescate de los poetas de los sesenta, que volvían a tener que decir en la búsqueda de causas justas, es entonces sobre todo, cuando se popularizan a través de los cantautores sus poemas y sus reivindicaciones más conocidas, desde  “A galopar” de Alberti, hasta “La poesía es un arma cargada de Futuro” de Celaya o “Qualsevot nit pot sortir el sol” de Jaume Sisa. Y desde luego se rescata el magisterio de poetas de la generación inmediata a la de los 70, como Francisco Brines, Jaime Gil de Biedma o Valente.
Las tendencias se abren a nuevas formas y los antólogos, recogerán en sus antologías distintas tendencias y distintos nombres, así se impone el nombre de la POESÍA FIGURATIVA en la antología de  García Martín, para recoger a poetas como Francisco Bejarano (Transparencia indebida), Víctor Botas (Las cosas que me acechan), Miguel d´Ors (Es Cielo y es Azul, La Música extremada), Jaime Siles (Semáforos), Ana Rossetti (Los devaneos de Erato, Devocionario), Luis Alberto de Cuenca ( La caja de Plata) o Luis Antonio de Villena (La muerte únicamente), poetas que tienen en común hacer una poesía que sea un espacio con figuras, es decir, lejos de la poesía de la abstracción artificiosa y retórica, el lugar concreto y la anécdota concreta.
Poesía que ha sido llamada Poesía de la EXPERIENCIA,  donde se ahonda en lo íntimo y en lo individual, no como experiencia romántica de un hombre incomprendido por el mundo en el que vive, no, sino como experiencia personal que puede ser común a sus lectores, estableciéndose una complicidad mutua. El detonante de que se les pusiera este título vino dado por la publicación del manifiesto La Otra sentimentalidad, 1983, reivindica una poesía realista, con un léxico sencillo, situaciones cotidianas y búsqueda de la emoción, estaban agrupados los poetas del grupo granadino, Javier Egea, Álvaro Salvador, Benjamín Prado y el más conocido Luis García Montero, que a su relato de hombre concreto añadían también el compromiso ético del poeta en la sociedad (influidos por su contacto con Alberti, Ángel González o la lectura de Gil de Biedma)
Luis García Montero ganó el premio Adonais con el Jardín Extranjeroen 1982, Habitaciones separadas, en el 94, Completamente viernes, en el 99, o Habitaciones separadas, en 2003, su temática es amororsa y de reflexión existencial.
Además de los incluídos del grupo de Granada se incluyen Felipe Benítez Reyes es otro representante destacado de este grupo. Sus temas preferidos, además del amoroso, son la memoria, el paso del tiempo y la propia literatura. Es autor de, entre otros, Los vanos mundos y Vidas improbables, ganador del Premio de la crítica y del Premio Loewe.
Carlos Marzal, cuyo reconocimiento llegó algo más tarde que el de sus dos predecesores, ganó el Premio de la crítica con Metales Pesados (2001), y en 2002 el Nacional de Literatura, por el mismo poemario. Marzal, desde una poesía realista, escéptica e irónica, meditativa sobre el amor o la amistad (La vida de frontera), pasa, sin embargo, a una menos figurativa y más cuidada (Fuera de mí)
Jon Juaristi (Bilbao, 1951) se aleja levemente de estos planteamientos, ya que en él predomina un tono melancólico y desengañado ante la realidad y ante él mismo, cubierto con una sutil ironía. Destacan su reinterpretación de los clásicos y su preocupación por el problema vasco. Es autor de obras como Diario de un poeta recién cansado o Tiempo desapacible.
Otros cercanos a ellos serían Francisco Bejarano, Abelardo Linares, Juan Lamillar.
Andrés Trapiello, en poemarios como La vida fácil, defiende una poesía tradicional, de tono sereno y basada en modelos como Unamuno o los Machado. También leonés, Julio Llamazares se encuentra a medio camino entre un simbolismo y una serenidad similar a la de Trapiello, y una nueva poesía épica del mundo rural, que recuerda la intrahistoria.
A mediados de la década, un conjunto de autores que se agruparon bajo lo que ellos mismos denominaron La diferencia reivindicaron la independencia y libertad literarias, frente a la poesía de la Experiencia, que consideraban tendencia dominante, protegida, tal y como afirmaban en sus poéticas y textos teóricos, por los poderes públicos. Dentro de esta corriente de la Diferencia destacan los escritores Antonio Enríque, José Lupiáñez y Fernando de Villena.
Pasados los años, van sumándose los distintos caminos a los que se abrió la poesía en los años ochenta: Poesía intimista de Miguel d´Ors; la poesía esencialista o minimalista –neopurista- de Ramírez Lozano o Álvaro Valverde, Ada Salas partícipe de la reflexión metafísica que defienden una poesía minimalista en la que cobran suma importancia los espacios en blanco entre los versos.; la elegíaca de E. Sánchez Rosillo; “Culturalismo” exhibicionista de nuevo en Luis Alberto de Cuenca o César A. Molina.  Poesía irracionalista, alejada de la experiencia, como la de Juan Carlos Mestre, Antífona de Otoño en el valle del Bierzo, premio Adonais donde los versículos se amplían hasta tocar la prosa y las imágenes se agrupan en secuencias rítmicas con algo de salmodia, todo ello al servicio de un clima telúrico de gran intensidad expresiva y fuerte pálpito emocional o En la Tumba de Keats. Blanca Andreu De una niña de provincias que se vino a vivir en un chacal.
Mencionar los abundantes poemarios sobre el erotismo desde un punto de vista femenino, escritos por autoras como Ana Rossetti (Los devaneos de Erato), Almudena Guzmán (Poema de Lida Sal, Usted, Calendario, El príncipe rojo) o Aurora Luque (Hiperiónida, Problemas de doblaje, Camaradas de Ícaro).
Tampoco se abandona la poesía del tono irónico y del humor, como la del propio Alberto de Cuenca, Benjamín Prado.
Podemos repetir las líneas generales de la poesía anterior:
-          Rechazo a una poesía que busca sorprender antes  que emocionar.
-          Se vuelve al coloquialismo y a la narratividad (cantar y contar)
-          Se vuelve a dar importancia a la métrica y a la estructura poemática.
-          No pretenden deslumbrar, sino ser inteligibles.
-          Gusto por la expresión de lo íntimo, lo cotidiano, lo coloquial.

 Poesía años noventa
Como dice Ángel Prieto de Paula, son pocos los poetas que permanecen situados inamoviblemente en uno solo de los caminos en que se despliega la poesía en estos años; y pocos los caminos que permiten una fijación conceptual inequívoca. Desconectados de la estética dominante, algunos autores trataron de revitalizar su elección. Un libro de Miguel d'Ors sobre poetas españoles finiseculares se titula La aventura del orden: una nueva actualización de la antigua dialéctica entre tradición y vanguardia, o logocentrismo y experimentalismo, que articula buena parte de la poesía del Siglo XX.
Algunos poetas tienden a una cierta conciliación de posturas, en la que se incluyen poetas como Jorge Riechmann, los últimos libros de Carlos Marzal y Vicente Gallego. Riechmann evoluciona desde una poesía metafísica y hermética (Cántico de la erosión) hasta una comprometida con la sociedad (El día que dejé de leer El País). Gallego comenzó con un periodo reflexivo (La luz, de otra manera) al que fue incorporado meditaciones sobre la vida actual y las relaciones de pareja (La plata de los días). Fernando Beltrán, tras su manifiesto en favor de una "poesía entrometida", orientará parte su voz poética a un lado social, sin abandonar el estilo que comenzó con "Aquelarre en Madrid". Fruto de esta conciliación son también las voces de, cada vez más abiertas al experimentalismo y a una relectura irónica de la vanguardia.
Por otro lado, recogiendo la herencia del “realismo sucio”, surge una poesía centrada en explorar emociones que redundan en el hastío y el desengaño. Los autores principales en esta línea son Roger Wolfe y Pablo García Casado.
Una nueva tendencia, a quien parte de la crítica ha venido a denominar Poesía de la Conciencia se forma en una poesía de fuerte raigambre social, alrededor tanto de los encuentros poéticos organizados en Moguer con el nombre de Voces del extremo como a través de diversos movimientos de  izquierda anticapitalista. Autores en esta línea serían Antonio Orihuela, Isabel Pérez Montalbán, Jorge Riechman, David González y Antonio Méndez.
Una línea de Poesía imaginativa la inaugura Ana Merino Preparativos para un viaje (1995), Los Días gemelos (1997), Juegos de niños (2003).

Pero estos poetas, si nos descuidamos, van quedando atrás, frente a la pujanza mediática de las redes sociales, y el nuevo impulso que ha tomado la Poesía/Canción otra vez con Marwan, (Todos mis futuros son contigo), Rayden (Terminamos y otros poemas sin terminar) Diego Ojeda o María Rozalén (Comiéndote a besos) y Elvira Sastre (Ver poemas y canciones en Youtube de cualquiera de ellos)

 
En la línea creativa, mezclando tendencias y temas siguen los autores de las generaciones anteriores, y y volvemos a presenciar la diversificación de posturas en este nuevo siglo.