lunes, 9 de diciembre de 2013

Primeros análisis

Vamos a intentar analizar unas oraciones para ir comprobando cómo estamos en ese terreno:


Mi hermano es un muchacho sereno, en situaciones difíciles.

Mi hermano, que es un muchacho sereno, reacciona muy bien en situaciones difíciles.

Mi hermano siempre dice que hay que mantenerse sereno en situaciones difíciles.

sábado, 30 de noviembre de 2013

Teatro de VALLE INCLÁN- LUCES DE BOHEMIA.

 El contenido de esta entrada entraría dentro del Tema 4 de la PAU (El Teatro español en el primer tercio del sigloXX. (Está tomado del antiguo libro de COU, editorial Anaya)

El desarrollo del teatro español durante el primer tercio de siglo (y durante bastantes años más) ofrece una clara dicotomía. De una parte, un teatro que triunfa porque goza de un favor del público burgués y de unos empresarios atentos a sus gustos (será el teatro benaventino, "el llamado teatro poético", cierto teatro cómico...) De otra parte repetidos intentos de renovación que , con muy contadas excepciones, se estrella contra las barreras comerciales o el gusto establecido (los límites de tolerancia crítica del mundo burgués) será un teatro que no solo se propone nuevas formas dramáticas, sino que quiere plantear hondos problemas, existenciales o sociales, para sacudir la conciencia de un público dormido o llegar a un público desatendido.

Valle-Inclán o Lorca, síntesis y ejemplos máximos de tales inquietudes, se alzan como las dos cumbres indiscutidas, no solo del teatro español de nuestro siglo, sino de los tres últimos siglos, a la vez que constituyen dos figuras eminentes en el teatro mundial.

Por tanto decíamos que hay que tener en cuenta, como dijimos en clase, condicionantes tremendos para el teatro de principios de siglo:

CONDICIONANTES ECONÓMICOS (empresarios y clase burguesa como espectador)     

CONDICIONANTES IDEOLÓGICOS (capacidad autocrítica del público burgués)

CONDICIONANTES ESTÉTICOS (las fuertes resistencias ante las experiencias que se salgan de las formas tradicionales)

Por eso también podría hacer una división entre EL TEATRO QUE TRIUNFA (teatro costumbrista, teatro en verso y T.cómico) y EL TEATRO QUE PRETENDE INNOVAR ( el de Valle, Lorca y, en los años treinta una nueva veta cómica de Poncela o Mihura)

Para estudiar a Valle Inclán, y conocer en profundidad su teatro, con el estudio de LUCES DE BOHEMIA ve a este documento:



Del TEATRO DE LORCA os diré que su temática profunda no es distinta de la que reside en su poesía. El hispanista francés A. Belamich la resumió con fórmulas como estas: "El mito del deseo imposible", "el conflicto entre la realidad y el deseo".
Según García Posada el elemento neurálgico del universo lorquiano es la frustración.

Lorca lleva a escena destinos trágicos, pasiones condenadas a la soledad o a la muerte, amores marcados por la esterilidad. En varias obras, ello aparece encarnado en mujeres.

Lo que frustra a Lorca se sitúa en un doble plano: el metafísisco, las fuerzas enemigas son el Tiempo y la Muerte. y el social, los prejuicios, las convenciones, los yugos sociales que impiden la realización personal.

Él entiende la tragedia en el sentido clásico de los grandes mitos de Esquilo, su teatro tiene también ese afán didáctico. La tragedia, en cambio, de Valle, ya hemos visto que es una tragedia grotesca, donde tanto la realidad, como el lenguaje y los personajes, se ríen de las situaciones, tienen algo de bufo y son hiperbólicos..

Lorca, que convivió con Dalí y Buñuel, traslada al teatro sus experiencias vanguardistas, sus misterios o comedias imposibles, donde se puede ver el influjo surrealista. Ejemplo sería El Público (de la que solo se salvó un borrador de 1930 no definitivo), es una especie de "Auto sacramental" sin Dios, cuyos personajes encarnan las obsesiones y los secretos del poeta: Una acusación a la sociedad ("el público"), que condena al homosexual; una crítica de quienes no reaccionan valiente y dignamente contra la represión y la proclamación de que todo amor es lícito, todo ello expresado de forma alegórica.
Formaría parte también Así que pasen cinco años, un joven partido entre dos amores, por un ansia de paternidad imposible.

La plenitud de su arte dramático y un éxito multitudinario y sin fronteras le llegarían a partir de 1935, después que él durante la República ha estado dirigiendo el grupo estudiantil de teatro la "Barraca", llevando nuestro teatro clásico por los pueblos de España, para educar al público.

BODAS DE SANGRE (1933): una Andalucía quintaesenciada que cobra valores universales como la Grecia de la tragedia clásica, el verso se mezcla con la prosa, dando lugar a verdaderos "coros". Se basa en un hecho real, una novia que se escapa con su amante el mismo día de la boda, una pasión que desborda barreras sociales y morales, en torno a un marco de odios familiares y venganzas.

YERMA (1934) es el drama de la mujer condenada a la infertilidad, con todo su alcance simbólico, el ansia insatisfecha de la maternidad, el anhelo de realizarse frente a la sumisión del marido (gran éxito, con grandes críticas de los tradicionalistas)

LA CASA DE BERNARDA ALBA, quizá la más representada, adaptada y comentada, se trata de autoritarismo y represión, las hijas que encarnarán desde la más pasiva sumisión, hasta la rebelión imposible. 

Las raíces de la frustración nos remiten al plano metafísisco (moral), pero sobretodo social (orgullo de casta y condición de la mujer).
Una atmosfera sofocante, donde parece faltar el aire, el agua... la libertad (un pueblo sin río, con pozos) Un poder irracional. el de Bernarda (Yo no pienso...Yo ordeno); en su misma deformidad Bernarda alacanza su fuerza, una grandeza que la sitúa dentro de los personajes del teatro universal.

En todo su teatro aparece la fuerza de la poesía, los bailes, las nanas, el coro que canta en Yerma, los romances en Bodas de Sangre, los cantos de los segadores y las nanas de la abuelita aquí en La Casa de Bernarda Alba.

Su teatro sigue teniendo vigencia y se representa en todos los teatros del mundo.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

jueves, 21 de noviembre de 2013

CELESTINA Acto I-IV



LA CELESTINA ACTO I (Diálogo entre Celestina y Pármeno)




Celestina ha sido llevada a casa de Calisto por Sempronio, ha hablado apenas dos palabras con él, le ha hecho una promesa –que en teoría le había ya adelantado Sempronio antes de ir a buscarla- se la ha asegurado, Sempronio y Calisto desaparecen para ir a por dinero para pagarla.
Quedan en escena Ella y Pármeno solos.
  • En principio se hace la extraña, como si no le conociera, Pármeno –franco y sincero como es- le dice rápido que la conoce, la sirvió y tiene derecho a llamarle lo que le ha llamado porque sabía las entretelas de sus negocios. Ella –enseguida nos damos cuenta de su poder engañador, no sabemos si en realidad se ha hecho la tonta o no recordaba y ahora dice que si- le dice al muchacho, que ha venido por él (no por lo de Calisto), porque sabe que está en esa casa hace tres días (luego Parmeno es un criado nuevo) y que le tiene guardado un tesoro que le dejó su madre al morir.
  • Pármeno no se lo cree, sabe bien de sus mentiras. Le dice que le especifique más, ella le enreda diciendo que guarda a su madre eterno recuerdo porque hicieron correrías juntas, tanto se empeña en halagarla, que entendemos que la madre de Parmeno fue la maestra de Celestina (¿Qué edad tendría Celestina?, búscalo en algún lugar del libro se nos especifica su edad).
Pármeno sigue inquietándose porque no quiere dejarse engatusar y dice que deje la memoria de su madre (en cristiano “no me hinches las narices con la memoria de mi madre”).
  • Entonces Celestina lo ataca por el flanco DE LA AMISTAD:
Le dice que observe a Sempronio, que se haga amigo de él. Que él ha estado sirviendo en muchos sitios y que así no se cobran amigos (para decirle esto tenemos de nuevo LA RETÓRICA ROJIANA (de Fernando de Rojas), aludiendo a cómo una planta si se traslada de tiesto, no echa raíces, o una herida que se remoja no se seca…).
Pármeno no dice que no, pero no confía aún en Sempronio ni en ella.
  • Otra vuelta de tuerca: EL MAL PAGO DE LOS SEÑORES, Celestina le dice que no se le ocurra arrimarse a su amo Calisto –como parece que le ve ella- porque los señores se olvidan del servicio que les hacen y NO hay posibilidad de AMISTAD CON GENTE DE DISTINTA CLASE SOCIAL.
(¿Qué paralelismo hay entre esta intervención y la de AREÚSA CUANDO ESTÁN AL DÍA SIGUIENTE COMIENDO EN CASA DE CELESTINA?, BÚSCALO Y COMPARA)

Pármeno asegura que cuanto más le dice más recela y le pone temor. (aunque ella va asegurando poco a poco con refranes populares su astucia “yo sí, a tuerto o a derecho nuestra casa hasta el techo·”)

  • Entonces a Celestina, viendo que este imberbe, no solo no la cree sino que está a punto de dar al traste con su poder de convencimiento, recurre al motivo que sabe que le va a dar resultado, le recuerda QUE TIENE UNA MUCHACHITA PARA ÉL. Le promete a Areúsa. Aquí es cuando Pármeno, pierde su seguridad y se ofrece a Celestina.
  • Al marcharse Celestina y preguntarle Sempronio qué tal le fue y qué habló con “la madre”, acuden de nuevo sus dudas y al finalizar el acto le vemos prometiéndole lealtad a su amo, pero al ver que este prefiere a Sempronio con su adulación y sus mentiras, se cambia de bando, (sale a relucir su veta popular con el refrán “A río revuelto ganancia de pescadores”, aprendió de Celestina, claro es)
Pármeno, se ha retratado como Joven dudoso, leal-pero inseguro, falto de afecto, necesitado de amor, confuso al decidir, solo al comportarse y adoptar una norma de actuación.

Veremos que poco a poco en la obra, esta soledad y esta necesidad de establecer alianzas, va torciéndose y enredándose en una red de traiciones, entre unos y otros que acaba devorándolos.
Sempronio, enviado por Calisto sale en busca de Celestina, le acompaña a casa y allí se ve de nuevo con Elicia, mientras Celestina queda preparando el conjuro.

CONJURO (Final del acto III):
“Conjúrote, triste Plutón, señor de la profundidad infernal, emperador de la corte dañada, capitán soberbio de los condenados ángeles, señor de los sulfúreos fuegos que los hervientes étnicos montes manan, gobernador y veedor de los tormentos y atormentadores de las pecadoras ánimas, regidor de las tres furias, Tesífone, Megera y Aleto, administrador de todas las cosas negras del regno de Éstige y Dite, con todas sus lagunas y sombras infernales, y litigioso caos, mantenedor de las volantes harpías, con toda la otra compañía de espantables y pavorosas hidras”.
Celestina conjura a Plutón, Dios de los infiernos, de las regiones sulfúreas (descripción habitual, ingenua de dar materialidad al ámbito de lo infernal; señor de los infiernos, que también se representaron desde la antigüedad bajo un Volcán, los sulfúreos montes étnicos (del ETNA) manan, el magma, el fuego, la oscuridad, todos estos atributos del reino de la monstruosidad en que nuestro imaginario común cultural ha ido rodeando al infierno.
Estos serían los halagos a Plutón, como vemos el mismo procedimiento que ha usado con Pármeno, primero halagar. Esta sería una invocación
Luego la petición, le pide a Plutón que se acerque a ella y se envuelva en un hilado que tiene allí presente: “Yo, Celestina, tu más conocida cliéntula, te conjuro por la virtud y fuerza destas bermejas letras, por la sangre de aquella nocturna ave con que están escritas, por la gravedad de aquestos nombres y signos que en este papel se contienen, por la áspera ponzoña de las víboras de que este aceite fue hecho, con el cual unto este hilado; vengas sin tardanza a obedescer mi voluntad, y en ello te envuelvas, y con ello estés sin un momento te partir, hasta que Melibea con aparejada oportunidad que haya lo compre; y con ello de tal manera quede enredada, que cuanto más lo mirare, tanto más su corazón se ablande a conceder mi petición; y se le abras y lastimes del crudo y fuerte amor de Calisto, tanto que despida toda honestidad, se descubra a mí, y me galardone mis pasos y mensaje”

Plutón envuelto en el hilado debe ir con ella a casa de Melibea y cuando esta lo coja, lo vea, lo toque, debe envolverla en sus embrujos para que derretida por el amor de Calisto se lo jure a ella (Celestina). ¡Sin olvidar claro, el galardón (pagarle)!
Después, poniéndose a la misma altura de Plutón le amenaza, diciendo que si no va en su ayuda, se acordará de ella. “Y esto hecho, pide y demanda de mí a tu voluntad. Si no lo haces con presto movimiento, ternásme por capital enemiga; heriré con luz tus cárceles tristes y oscuras; acusaré cruelmente tus continuas mentiras; apremiaré con mis ásperas palabras tu horrible nombre; y otra y otra vez te conjuro. Así, confiando en mi mucho poder, me parto para allá con mi hilado, donde creo te llevo ya envuelto”

Es curioso porque le amenaza con cosas que no nos podemos hacer a la idea de cómo se harían: heriré con LUZ tus cárceles, acusaré tus mentiras, apremiaré tu nombre.
  Y así envuelto te llevo a donde MELIBEA.
Nada más terminar de amenazar a Plutón, una mujer que nos ha parecido  tan fiera, se hecha a temblar camino de la casa  de la muchacha. Un monólogo que merece la pena analizar

Peter E. Russell tiene un artículo sobre la magia en La Celestina que lo explica. Resulta que nosotros pensamos que Celestina ha actuado exclusivamente como alcahueta entre Calisto y Melibea, y que toda aquella parafernalia de las invocaciones, los conjuros, las brujerías y el hilado hechizado era un recurso efectista que sólo pretendía dar colorido a la novela (pues es protonovela, y no teatro, como suele suponerse, aunque se llame Tragicomedia). El profesor Russell nos quita la venda de los ojos. Resultaba que "en la España de la época de Rojas, a todos los niveles de la sociedad, entre teólogos y sacerdotes, juristas, nobles y plebeyos, por regla general se creía en la magia". La magia surtía verdadero efecto y, a pesar del supuesto escepticismo, todos creían en ella. La teoría de la magia y la hechicería se conocía sobre todo por un famosísimo tratado llamado Malleus maleficarum (h. 1484), redactado por dos inquisidores alemanes. Entre otras cosas, estos especialistas declaraban que la magia tenía especial efectividad en las cuestiones amorosas.

Russell destacaba en su artículo que la bruja Celestina (más bruja que alcahueta, al parecer) se ajustó perfectamente a los manuales de brujería en su conjuro. Aparte de las distintas sustancias y objetos, era importante el papel con los nombres de los "enamorados" y el aceite serpentino. El aceite serpentino era una ponzoña peligrosísima, pero sumamente efectiva. Téngase en cuenta que el demonio tiene especial tendencia a disfrazarse de serpiente, así que puede disfrazarse en el hilado que Celestina le entregará a Melibea. Esta técnica de enamoramiento por conjuro se llamaba philocaptio. En cuanto el hilado está en manos de Melibea, ésta se consume de pasión por Calisto... Muchos críticos no se explican ese cambio repentino en la actitud de Melibea, y lo consideran absurdo y ridículo. Pero eso es porque ignoran los fulminantes efectos del aceite serpentino. El perverso demonio, enredado en el hilado, desata de este modo una furibundia sexual en Melibea, pues estaba comprobado que el aceite serpentino provocaba un "crudo y fuerte amor" que obligaba a las melindrosas doncellas a "despedirse de toda honestidad", víctima de una "terrible passión" que no comprendían. En el auto décimo, cuando se le pregunta a Melibea por el cambio psicológico que se ha operado en ella, dice "que me comen este coraçón serpientes dentro de mi cuerpo". Así es como operaba la philocaptio.
(alusión a Russel tomada del blog Las luciérnagas no tienen pilas)

Hoy, como ya no se hila, no habrá que tener ojito con los hilados, pero tal vez sí con otras cosas.

MONÓLOGO CAMINO DE LA CASA DE MELIBEA
Esta es la demostración de que Fernando de Rojas, no crea estereotipos de personajes, sino seres reales, humanos: poderosos, fanfarrones, pero con miedo en su intimidad, en este Monólogo (el teatro español se estrena aquí magníficamente, con estos monólogos, dignos de un Shakespeare, el personaje se desnuda ante el lector-¿espectador?-). Celestina va pensando que tiene que obrar con cautela, pues ¿y si la pillan en el camino y si Pleberio la sorprende?, entonces no escaparía de ser emplumada (acaba de contarle a Sempronio que la madre de Pármeno fue tres veces emplumada,- proceso de burla para denigrar a las que creían brujas-), por eso repasa todo lo que ha visto u oído en el camino:
Cuatro hombres ha topado, tres se llamaban JUAN, y dos de ellos eran cornudos.
No se ha tropezado.
No se le han trabado las faldas.
No le han ladrado los perros / no ha visto cuervos
La primera palabra que oyó fue de achaques de amor

Si pagara ella con la vida, amargas CIEN MONEDAS serían las que ha recibido. Pero si no llega a la casa ¿qué dirá Calisto?, ¿Qué dirá Sempronio?, ahí está el dinamismo de su monólogo, ella misma interrogándose, imaginando los insultos que recibiría. Lo mejor es la moderación (ajá, cualquiera lo hubiera dicho hace un rato en el CONJURO), seguir adelante con precaución (¡a fin de cuentas lleva al mejor aliado –el Diablo- en el bolsillo!).




lunes, 18 de noviembre de 2013

Textos de la generación del 27

PEDRO SALINAS

(De La Voz a ti debida):

  Para vivir no quiero
                  islas, palacios, torres.
                  ¡Qué alegría más alta:
                  vivir en los pronombres!
                  Quítate ya los trajes,
                  las señas, los retratos;
                  yo no te quiero así,
                  disfrazada de otra,
                  hija siempre de algo.
                  Te quiero pura, libre,
                  irreductible: tú.
                  Sé que cuando te llame
                  entre todas las gentes
                  del mundo,
                  sólo tú serás tú.
                  Y cuando me preguntes
                  quién es el que te llama,
                  el que te quiere suya, 

                  enterraré los nombres,
                  los rótulos, la historia.
                  Iré rompiendo todo
                  lo que encima me echaron
                  desde antes de nacer.
                  Y vuelto ya al anónimo
                  eterno del desnudo,
                  de la piedra, del mundo,
                  te diré:
                  “Yo te quiero, soy yo”.
                  Pedro Salinas, La voz a ti debida, 1933.

Underwood Girls

Quietas, dormidas están,
las treinta, redondas, blancas.
Entre todas
sostienen el mundo.
Míralas, aquí en su sueño,
como nubes,
redondas, blancas, y dentro
destinos de trueno y rayo,
destinos de lluvia lenta,
de nieve, de viento, signos.
Despiértalas,
con contactos saltarines
de dedos rápidos, leves,
como a músicas antiguas.
Ellas suenan otra música:
fantasías de metal
valses duros, al dictado.
Que se alcen desde siglos
todas iguales, distintas
como las olas del mar
y una gran alma secreta.
Que se crean que es la carta,
la fórmula, como siempre.
Tú alócate
bien los dedos, y las
raptas y las lanzas,
a las treinta, eternas ninfas
contra el gran mundo vacío,
blanco a blanco.
Por fin a la hazaña pura,
sin palabras, sin sentido,
ese, zeda, jota, i...


FEDERICO GARCÍA LORCA: 

EL LAGARTO ESTÁ LLORANDO
 
  El lagarto está llorando.
La lagarta está llorando.

El lagarto y la lagarta
con delantalitos blancos.

Han perdido sin querer
su anillo de desposados.

¡Ay, su anillito de plomo,
ay, su anillito plomado!

Un cielo grande y sin gente
monta en su globo a los pájaros.

El sol, capitán redondo,
lleva un chaleco de raso.

¡Miradlos qué viejos son!
¡Qué viejos son los lagartos!

¡Ay, cómo lloran y lloran,
¡ay! ¡ay! cómo están llorando.

 

CANCIÓN DEL JINETE

Córdoba.
Lejana y sola.

Jaca negra, luna grande,
y aceitunas en mi alforja.
Aunque sepa los caminos
yo nunca llegaré a Córdoba.

Por el llano, por el viento,
jaca negra, luna roja.
La muerte me está mirando
desde las torres de Córdoba.

¡Ay qué camino tan largo!
¡Ay mi jaca valerosa!
¡Ay que la muerte me espera,
antes de llegar a Córdoba!
Córdoba.
Lejana y sola

PRENDIMIENTO DE ANTOÑITO EL CAMBORIO

Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de Camborios,
con una vara de mimbre
va a Sevilla a ver los toros.
Moreno de verde luna
anda despacio y garboso.
Sus empavonados bucles
le brillan entre los ojos.
A la mitad del camino
cortó limones redondos,
y los fue tirando al agua
hasta que la puso de oro.
Y a la mitad del camino,
bajo las ramas de un olmo,
guardia civil caminera
lo llevó codo con codo.

El día se va despacio,
la tarde colgada a un hombro,
dando una larga torera
sobre el mar y los arroyos.
Las aceitunas aguardan
la noche de Capricornio,
y una corta brisa, ecuestre,
salta los montes de plomo.
Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de Camborios,
viene sin vara de mimbre
entre los cinco tricornios.

Antonio, ¿quién eres tú?
Si te llamaras Camborio,
hubieras hecho una fuente
de sangre con cinco chorros.
Ni tú eres hijo de nadie,
ni legítimo Camborio.
¡Se acabaron los gitanos
que iban por el monte solos!
Están los viejos cuchillos
tiritando bajo el polvo.

A las nueve de la noche
lo llevan al calabozo,
mientras los guardias civiles
beben limonada todos.
Y a las nueve de la noche
le cierran el calabozo,
mientras el cielo reluce
como la grupa de un potro.


MUEERTE DE ANTOÑITO EL CAMBORIO

Voces de muerte sonaron
cerca del Guadalquivir.
Voces antiguas que cercan
voz de clavel varonil.
Les clavó sobre las botas
mordiscos de jabalí.
En la lucha daba saltos
jabonados de delfín.
Bañó con sangre enemiga
su corbata carmesí,
pero eran cuatro puñales
y tuvo que sucumbir.
Cuando las estrellas clavan
rejones al agua gris,
cuando los erales suenan
verónicas de alhelí,
voces de muerte sonaron
cerca del Guadalquivir.

Antonio Torres Heredia,
Camborio de dura crin,
moreno de verde luna,
voz de clavel varonil:
¿Quién te ha quitado la vida
cerca del Guadalquivir?
Mis cuatro primos Heredias
hijos de Benamejí.
Lo que en otros no envidiaban,
ya lo envidiaban en mí.
Zapatos color corinto,
medallones de marfil,
y este cutis amasado
con aceituna y jazmín.
¡Ay Antoñito el Camborio,
digno de una Emperatriz!
Acuérdate de la Virgen
porque te vas a morir.
¡Ay Federico García,
llama a la Guardia Civil!
Ya mi talle se ha quebrado
como caña de maíz.

Tres golpes de sangre tuvo
y se murió de perfil.
Viva moneda que nunca
se volverá a repetir.
Un ángel marchoso pone
su cabeza en un cojín.
Otros de rubor cansado,
encendieron un candil.
Y cuando los cuatro primos
llegan a Benamejí,
voces de muerte cesaron
cerca del Guadalquivir.


ROMANCE SONÁMBULO

Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas la están mirando
y ella no puede mirarlas.


Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.

Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
- Compadre, vengo sangrando,
desde los puertos de Cabra.
Si yo pudiera, mocito,
ese trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
- Compadre, quiero morir
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser, con
las sábanas de holanda.
¿No ves la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?
- Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
- Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
¡dejadme subir!, dejadme
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna por
donde retumba el agua.

Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal,
herían la madrugada.

Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento, dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.
- ¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está tu niña amarga?
- ¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!

Sobre el rostro del aljibe
se mecía la gitana.
Verde cama, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche se puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.

BALADILLA DE LOS TRES RIOS 

El río Guadalquivir
va entre naranjos y olivos
Los dos ríos de Granada
bajan de la nieve al trigo.

¡Ay, amor,
que se fue y no vino!

El río Guadalquivir
tiene las barbas granates.
Los dos ríos de Granada
uno llanto y otro sangre.

¡Ay, amor,
que se fue por el aire!

Para los barcos de vela,
Sevilla tiene un camino;
por el agua de Granada
sólo reman los suspiros.

¡Ay, amor,
que se fue y no vino!

Guadalquivir, alta torre
y viento en los naranjales.
Dauro y Genil, torrecillas
muertas sobre los estanques.

¡Ay, amor,
que se fue por el aire!

¡Quién dirá que el agua lleva
un fuego fatuo de gritos!

¡Ay, amor,
que se fue y no vino!

Lleva azahar, lleva olivas,
Andalucía, a tus mares.

¡Ay, amor,
que se fue por el aire! 

LA COGIDA Y LA MUERTE
A las cinco de la tarde.
Eran las cinco en punto de la tarde.
Un niño trajo la blanca sábana
a las cinco de la tarde.
Una espuerta de cal ya prevenida
a las cinco de la tarde.
Lo demás era muerte y sólo muerte
a las cinco de la tarde.
El viento se llevó los algodones
a las cinco de la tarde.
Y el óxido sembró cristal y níquel
a las cinco de la tarde.
Ya luchan la paloma y el leopardo
a las cinco de la tarde.
Y un muslo con un asta desolada
a las cinco de la tarde.
Comenzaron los sones de bordón
a las cinco de la tarde.
Las campanas de arsénico y el humo
a las cinco de la tarde.
En las esquinas grupos de silencio
a las cinco de la tarde.
¡Y el toro solo corazón arriba!
a las cinco de la tarde.
Cuando el sudor de nieve fue llegando
a las cinco de la tarde
cuando la plaza se cubrió de yodo
a las cinco de la tarde,
la muerte puso huevos en la herida
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
A las cinco en Punto de la tarde.
Un ataúd con ruedas es la cama
a las cinco de la tarde.
Huesos y flautas suenan en su oído
a las cinco de la tarde.
El toro ya mugía por su frente
a las cinco de la tarde.
El cuarto se irisaba de agonía
a las cinco de la tarde.
A lo lejos ya viene la gangrena
a las cinco de la tarde.
Trompa de lirio por las verdes ingles
a las cinco de la tarde.
Las heridas quemaban como soles
a las cinco de la tarde,
y el gentío rompía las ventanas
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
¡Ay, qué terribles cinco de la tarde!
¡Eran las cinco en todos los relojes!
¡Eran las cinco en sombra de la tarde!

LA SANGRE DERRAMADA

¡Que no quiero verla!

Dile a la luna que venga,
que no quiero ver la sangre
de Ignacio sobre la arena. 


¡Que no quiero verla!

La luna de par en par,
caballo de nubes quietas,
y la plaza gris del sueño
con sauces en las barreras 


¡Que no quiero verla¡

Que mi recuerdo se quema.
¡Avisad a los jazmines
con su blancura pequeña! 


¡Que no quiero verla!

La vaca del viejo mundo
pasaba su triste lengua
sobre un hocico de sangres
derramadas en la arena,
y los toros de Guisando,
casi muerte y casi piedra,
mugieron como dos siglos
hartos de pisar la tierra.
 

No.
¡Que no quiero verla!

Por las gradas sube Ignacio
con toda su muerte a cuestas.
Buscaba el amanecer,
y el amanecer no era.
Busca su perfil seguro,
y el sueño lo desorienta.
Buscaba su hermoso cuerpo
y encontró su sangre abierta.
¡No me digáis que la vea!
No quiero sentir el chorro
cada vez con menos fuerza;
ese chorro que ilumina
los tendidos y se vuelca
sobre la pana y el cuero
de muchedumbre sedienta.
¡Quién me grita que me asome!
¡No me digáis que la vea!
 

No se cerraron sus ojos
cuando vio los cuernos cerca,
pero las madres terribles
levantaron la cabeza.
Y a través de las ganaderías,
hubo un aire de voces secretas
que gritaban a toros celestes,
mayorales de pálida niebla. 


No hubo príncipe en Sevilla
que comparársele pueda,
ni espada como su espada,
ni corazón tan de veras.
Como un rio de leones
su maravillosa fuerza,
y como un torso de mármol
su dibujada prudencia.
Aire de Roma andaluza
le doraba la cabeza
donde su risa era un nardo
de sal y de inteligencia.
¡Qué gran torero en la plaza!
¡Qué gran serrano en la sierra!
¡Qué blando con las espigas!
¡Qué duro con las espuelas!
¡Qué tierno con el rocío!
¡Qué deslumbrante en la feria!
¡Qué tremendo con las últimas
banderillas de tiniebla! 


Pero ya duerme sin fin.
Ya los musgos y la hierba
abren con dedos seguros
la flor de su calavera.
Ysu sangre ya viene cantando:
cantando por marismas y praderas,
resbalando por cuernos ateridos,
vacilando sin alma por la niebla,
tropezando con miles de pezuñas
como una larga, oscura, triste lengua,
para formar un charco de agonía
junto al Guadalquivir de las estrellas.

¡Oh blanco muro de España!
¡Oh negro toro de pena!
¡Oh sangre dura de Ignacio!
¡Oh ruiseñor de sus venas!

No.
¡Que no quiero verla!
Que no hay cáliz que la contenga,
que no hay golondrinas que se la beban,
no hay escarcha de luz que la enfríe,
no hay canto ni diluvio de azucenas,
no hay cristal que la cubra de plata,
No.
¡¡Yo no quiero verla!!


 LA AURORA

La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.
La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.
La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.
los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraísos ni amores deshojados:
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio sin sangre.

(comparar con La Aurora de N.York -primavera- de J.R.Jiménez)




RAFAEL ALBERTI: 

La niña que se va al mar

¡Qué blanca lleva la falda
la niña que se va al mar!
¡Ay niña, no te la manche
la tinta del calamar!

¡Qué blancas tus manos, niña,
que te vas sin suspirar!
¡Ay niña, no te las manche
la tinta del calamar!

¡Qué blanco tu corazón
y qué blanco tu mirar!
¡Ay niña, no te los manche
la tinta del calamar!

EL MAR
 
El mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!
¿Por qué me trajiste, padre,
a la ciudad?
¿Por qué me desenterraste
del mar?
En sueños la marejada
me tira del corazón;
se lo quisiera llevar.
Padre, ¿por qué me trajiste
acá? Gimiendo por ver el mar,
un marinerito en tierra
iza al aire este lamento:
¡Ay mi blusa marinera;
siempre me la inflaba el viento
al divisar la escollera!
­_________________

   Si mi voz muriera en tierra
llevadla al nivel del mar
y dejadla en la ribera.
   Llevadla al nivel del mar
y nombardla capitana
de un blanco bajel de guerra.
   ¡Oh mi voz condecorada
con la insignia marinera:
sobre el corazón un ancla
y sobre el ancla una estrella
y sobre la estrella el viento
y sobre el viento la vela!


CITA TRISTE DE CHARLOT
 
Mi corbata, mis guantes,
Mis guantes, mi corbata.


La mariposa ignora la muerte de los sastres
la derrota del mar por los escaparates.
Mi edad, señores, 900.000 años. ¡Oh!

Era yo un niño cuando los peces no nadaban,
cuando las ocas no decían misa
ni el caracol embestía al gato.
Juguemos al ratón y al gato, señorita.
Lo más triste, caballero, un reloj:
las 11, las 12, la 1, las 2.

A las tres en punto morirá un transeúnte.
Tú, luna, no te asustes;
tú, luna, de los taxis retrasados,
luna de hollín de los bomberos.

La ciudad está ardiendo por el cielo,
un traje igual al mío se hastía por el campo.
Mi edad, de pronto, 25 años.

Es que nieva, que nieva,
y mi cuerpo se vuelve choza de madera.
Yo te invito al descanso, viento.
Muy tarde es ya para cenar estrellas.

Pero podemos bailar, árbol perdido
Un vals para los lobos,
para el sueño una gallina sin las uñas del zorro.
Se me ha extraviado el bastón.

Es muy triste pensarlo solo por el mundo.
¡Mi bastón!

Mi sombrero, mis puños,
mis guantes, mis zapatos.

El hueso que más duelo, amor mío, no es el reloj:
las 11, las 12, la 1, las 2.

Las 3 en punto.
En la farmacia se evapora un cadáver desnudo.

LOS DOS ÁNGELES


 Ángel de luz, ardiendo,
¡oh, ven!, y con tu espada
incendia los abismos donde yace
mi subterráneo ángel de las nieblas.

¡Oh espadazo en las sombras!
Chispas múltiples,
clavándose en mi cuerpo,
en mis alas sin plumas, en lo que nadie ve,
vida.

Me estás quemando vivo.
Vuela ya de mí, oscuro
Luzbel de las canteras sin auroras,
de los pozos sin agua,
de las simas sin sueño,
ya carbón del espíritu,
sol, luna.

Me duelen los cabellos
y las ansias. ¡Oh, quémame!
¡Más, más, sí, sí, más! ¡Quémame!
¡Quémalo, ángel de luz, custodio mío,
tú que andabas llorando por las nubes,
tú, sin mí, tú, por mí,
ángel frío de polvo, ya sin gloria,
volcado en las tinieblas!

¡Quémalo, ángel de luz,
quémame y huye!

LA PALOMA
   Se equivocó la paloma,
se equivocaba.
   Por ir al norte fue al sur,
creyó que el trigo era el agua.
   Creyó que el mar era el cielo
que la noche la mañana.
   Que las estrellas rocío,
que la calor la nevada.
   Que tu falda era tu blusa,
que tu corazón su casa. 


   (Ella se durmió en la orilla,
tú en la cumbre de una rama.)

GALOPE
Las tierras, las tierras, las tierras de España,
las grandes, las solas, desiertas llanuras.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
al sol y a la luna. 
¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar! 
A corazón suenan, resuenan, resuenan
las tierras de España, en las herraduras.
Galopa, jinete del pueblo,
caballo cuatralbo,
caballo de espuma. 
¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!
Nadie, nadie, nadie, que enfrente no hay nadie;
que es nadie la muerte si va en tu montura.
 

Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
que la tierra es tuya. ¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!
CANCIÓN PARA FEDERICO
Federico
Voy por la calle del pinar
para verte en la residencia.
Llamo a la puerta de tu cuarto.
Tú no estás. Federico
Tú te reías como nadie,
decías tú todas tus cosas
como ya nadie las dirá (...)

JORGE GUILLÉN :

.LOS NOMBRES
Albor. El horizonte
entreabre sus pestañas,
y empieza a ver. ¿Qué? Nombres. 


Están sobre la pátina
de las cosas. La rosa
se llama todavía
hoy rosa, y la memoria
de su tránsito, prisa.
Prisa de vivir más.
 

A lo largo amor nos alce
esa pujanza agraz
del Instante, tan ágil
que en llegando a su meta
corre a imponer Después.
Alerta, alerta, alerta,
yo seré, yo seré.

¿Y las rosas? Pestañas
cerradas: horizonte
final. ¿Acaso nada?
Pero quedan los nombres.
________________------

Pasa el tiempo y suspiro porque paso,
aunque yo quede en mí, que sabe y cuenta,
y no con el reloj, su marcha lenta
—nunca es la mía— bajo el cielo raso. 

Calculo, sé, suspiro —no soy caso
de excepción— y a esta altura, los setenta,
mi afán del día no se desalienta,
a pesar de ser frágil lo que amaso.
Ay, Dios mío, me sé mortal de veras.
Pero mortalidad no es el instante
que al fin me privará de mi corriente.
Estas horas no son las postrimeras,
y mientras haya vida por delante,
serás mis sucesiones de viviente.
 
¡Si pudiese dormir!, aún me extravío
por ese insomnio que se me rebela.
No sé lo que detrás de la cancela
me ocurre en mi interior aún más sombrío.
Dentro confuso y torpe, me desvío
de lo que el alma sobre todo anhela;...(Clamor)

GERARDO DIEGO

EL CIPRÉS DE SILOS  
Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.

Mástil de soledad, prodigio isleño,
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,
peregrina al azar, mi alma sin dueño.

Cuando te vi señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales,

como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos.

    GIRALDA 
Giralda en prisma puro de Sevilla,
nivelada del plomo y de la estrella,
molde en engaste azul, torre sin mella,
palma de arquitectura sin semilla.

Si su espejo la brisa enfrente brilla,
no te contemples —ay, Narcisa—, en ella,
que no se mude esa tu piel doncella,
toda naranja al sol que se te humilla.

Al contraluz de luna limonera,
tu arista es el bisel, hoja barbera
que su más bella vertical depura.

Resbala el tacto su caricia vana.
Yo mudéjar te quiero y no cristiana.
Volumen nada más: base y altura.
  
ROMANCE DEL DUERO

Río Duero, río Duero,
nadie a acompañarte baja;
nadie se detiene a oír
tu eterna estrofa de agua.
Indiferente o cobarde,
la ciudad vuelve la espalda.
No quiere ver en tu espejo
su muralla desdentada.
Tú, viejo Duero, sonríes
entre tus barbas de plata,
moliendo con tus romances
las cosechas mal logradas.
Y entre los santos de piedra
y los álamos de magia
pasas llevando en tus ondas
palabras de amor, palabras.
Quién pudiera como tú,
a la vez quieto y en marcha,
cantar siempre el mismo verso
pero con distinta agua.
Río Duero, río Duero,
nadie a estar contigo baja,
ya nadie quiere atender
tu eterna estrofa olvidada,
sino los enamorados
que preguntan por sus almas
y siembran en tus espumas
palabras de amor, palabras.

CUARTO DE BAÑO

Qué claridad de playa al mediodía,
Qué olor de mar, qué tumbos, cerca, lejos,
si, entre espumas y platas y azulejos,
Venus renace a la mitología.

Concha de porcelana,el baño fía 
su parto al largo amor de los espejos
que, deslumbrados, ciegos de reflejos,
se empañan de un rubor de niebla fría.
He aquí, olorosa, la diosa desnuda.
Nimbo de suavidad su piel exuda
y en el aire se absuelve y se demora.
Venus, esquiva en su rebozo, huye.
Su alma por los espejos se diluye,
y solo -olvidado- un grifo llora y llora.

VICENTE ALEIXANDRE

Adolescencia

Vinieras y te fueras dulcemente,
de otro camino
a otro camino. Verte,
y ya otra vez no verte.
Pasar por un puente a otro puente.
-El pie breve,
la luz vencida alegre-.

Muchacho que sería yo mirando
aguas abajo la corriente,
y en el espejo tu pasaje
fluir, desvanecerse.

 Criaturas en la aurora

Vosotros conocisteis la generosa luz de la inocencia.
Entre las flores silvestres recogisteis cada mañana
el último, el pálido eco de la postrer estrella.
Bebisteis ese cristalino fulgor,
que con una mano purísima
dice adiós a los hombres detrás de la fantástica
                                                 presencia montañosa.
Bajo el azul naciente,
entre las luces nuevas, entre los puros céfiros primeros,
que vencían a fuerza de -candor a la noche,
amanecisteis cada día, porque cada día la túnica casi
                                                                        húmeda
se desgarraba virginalmente para amaros,
desnuda, pura, inviolada.
Aparecisteis entre la suavidad de las laderas,
donde la hierba apacible ha recibido eternamente el
                                          beso instantáneo de la luna.
Ojo dulce, mirada repentina para un mundo estremecido
que se siente inefable más allá de su misma apariencia.
La música de los ríos, la quietud de las alas,
esas plumas que todavía con el recuerdo del día se
                     plegaron para el amor como para el sueño,
Lejos están las inmarchitas horas matinales,
imagen feliz de la aurora impaciente,
tierno nacimiento de la dicha en los labios,
en los seres vivísimos que yo amé en vuestras márgenes.
El placer no tomaba el temeroso nombre de placer,
ni el turbio espesor de los bosques hendidos,
sino la embriagadora nitidez de las cañadas abiertas
donde la luz se desliza con sencillez de pájaro.
Por eso os amo, inocentes, amorosos seres mortales
de un mundo virginal que diariamente se repetía
cuando la vida sonaba en las gargantas felices
de las aves, los ríos, los aires y los hombres.


SE QUERÍAN

Se querían.
Sufrían por la luz, labios azules en la madrugada,
labios saliendo de la noche dura,
labios partidos, sangre, ¿sangre dónde?
Se querían en un lecho navío, mitad noche, mitad luz.
Se querían como las flores a las espinas hondas,
a esa amorosa gema del amarillo nuevo,
cuando los rostros giran melancólicamente,
giralunas que brillan recibiendo aquel beso.
Se querían de noche, cuando los perros hondos
laten bajo la tierra y los valles se estiran
como lomos arcaicos que se sienten repasados:
caricia, seda, mano, luna que llega y toca.
Se querían de amor entre la madrugada,
entre las duras piedras cerradas de la noche,
duras como los cuerpos helados por las horas,
duras como los besos de diente a diente solo.
Se querían de día, playa que va creciendo,
ondas que por los pies acarician los muslos,
cuerpos que se levantan de la tierra y flotando...
Se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo.
Mediodía perfecto, se querían tan íntimos,
mar altísimo y joven, intimidad extensa,
soledad de lo vivo, horizontes remotos
ligados como cuerpos en soledad cantando.
Amando. Se querían como la luna lúcida,
como ese mar redondo que se aplica a ese rostro,
dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida,
donde los peces rojos van y vienen sin música.
Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios,
ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas,
mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal,
metal, música, labio, silencio, vegetal,
mundo, quietud, su forma. Se querían, sabedlo.

EL VALS

Eres hermosa como la piedra,
oh difunta;
Oh viva, oh viva, eres dichosa como la nave.
Esta orquesta que agita
mis cuidados como una negligencia,
como un elegante bendecir de buen tono,
ignora el vello de los pubis,
ignora la risa que sale del esternón como una gran batuta.

Unas olas de afrecho,
un poco de serrín en los ojos,
o si acaso en las sienes,
o acaso adornando las cabelleras;
unas faldas largas hechas de colas de cocodrilos;
unas lenguas o unas sonrisas hechas con caparazones de cangrejos.
Todo lo que está suficientemente visto
no puede sorprender a nadie.

Las damas aguardan su momento sentadas sobre una lágrima,
disimulando la humedad a fuerza de abanico insistente.
Y los caballeros abandonados de sus traseros
quieren atraer todas las miradas a la fuerza hacia sus bigotes.

Pero el vals ha llegado.
Es una playa sin ondas,
es un entrechocar de conchas, de tacones, de espumas o de dentaduras postizas.
Es todo lo revuelto que arriba.

Pechos exuberantes en bandeja en los brazos,
dulces tartas caídas sobre los hombros llorosos,
una languidez que revierte,
un beso sorprendido en el instante que se hacía «cabello de ángel»,
un dulce «sí» de cristal pintado de verde.

Un polvillo de azúcar sobre las frentes
da una blancura cándida a las palabras limadas,
y las manos se acortan más redondeadas que nunca,
mientras fruncen los vestidos hechos de esparto querido.

Las cabezas son nubes, la música es una larga goma,
las colas de plomo casi vuelan, y el estrépito
se ha convertido en los corazones en oleadas de sangre,
en un licor, si blanco, que sabe a memoria o a cita.

Adiós, adiós, esmeralda, amatista o misterio;
adiós, como una bola enorme ha llegado el instante,
el preciso momento de la desnudez cabeza abajo,
cuando los vellos van a pinchar los labios obscenos que saben.
Es el instante, el momento de decir la palabra que estalla,
el momento en que los vestidos se convertirán en aves,
las ventanas en gritos,
las luces en ¡socorro!
y ese beso que estaba (en el rincón) entre dos bocas
se convertirá en una espina
que dispensará la muerte diciendo:
Yo os amo.

El poeta se acuerda de su vida
 
Perdonadme: he dormido.
Y dormir no es vivir. Paz a los hombres.
Vivir no es suspirar o presentir palabras que aún nos vivan.
¿Vivir en ellas? Las palabras mueren.
Bellas son al sonar, mas nunca duran.
Así esta noche clara. Ayer cuando la aurora
o cuando el día cumplido estira el rayo
final, ya en tu rostro acaso.
Con tu pincel de luz cierra tus ojos.
Duerme.
La noche es larga, pero ya ha pasado.
No te olvides, temprana, de los besos un día.
De los besos alados que a tu boca llegaron.
Un instante pusieron su plumaje encendido
sobre el puro dibujo que se rinde entreabierto.
Te rozaron los dientes. Tú sentiste su bulto,
en tu boca latiendo su celeste plumaje.
Ah, redondo tu labio palpitaba de dicha.
¿Quién no besa esos pájaros cuando llegan, escapan?
Entreabierta tu boca vi tus dientes blanquísimos.
Ah, los picos delgados entre labios se hunden.
Ah, picaron celestes, mientras dulce sentiste
que tu cuerpo ligero, muy ligero, se erguía.
¡Cuán graciosa, cuán fina, cuán esbelta reinabas!
Luz o pájaros llegan, besos puros, plumajes.
Y oscurecen tu rostro con sus alas calientes,
que te rozan, revuelan, mientras ciega tú brillas.
No lo olvides. Felices, mira, van, ahora escapan.
Mira: vuelan, ascienden, el azul los adopta.
Suben altos, dorados. Van calientes, ardiendo.
Gimen, cantan, esplenden. En el cielo deliran. 



DÁMASO ALONSO

Gozo del tacto
Estoy vivo y toco
Toco, toco, toco.
Y no, no estoy loco.
Hombre, toca, toca
lo que te provoca:
seno, pluma, roca,
pues mañana es cierto
que ya estarás muerto,
tieso, hinchado, yerto.
Toca, toca, toca,
¡qué alegría loca!
Toca. Toca. Toca.
  
ORACIÓN POR LA BELLEZA DE UNA MUCHACHA
Tú le diste esa ardiente simetría
de los labios, con brasa de tu hondura,
y en dos enormes cauces de negrura,
simas de infinitud, luz de tu día;
esos bultos de nieve, que bullía
al soliviar del lino la tersura,
y, prodigios de exacta arquitectura,
dos columnas que cantan tu armonía.
Ay, tú, Señor, le diste esa ladera
que en un álabe dulce se derrama,
miel secreta en el humo entredorado.
¿A qué tu poderosa mano espera?
Mortal belleza eternidad reclama.
¡Dale la eternidad que le has negado!

MUJER CON ALCUZA
¿Adónde va esa mujer,
arrastrándose por la acera,
ahora que ya es casi de noche,
con la alcuza en la mano?
Acercaos: no nos ve.
Yo no sé qué es más gris,
si el acero frío de sus ojos,
si el gris desvaído de ese chal
con el que se envuelve el cuello y la cabeza,
o si el paisaje desolado de su alma.
Va despacio, arrastrando los pies,
desgastando suela, desgastando losa,
pero llevada
por un terror
oscuro,
por una voluntad
de esquivar algo horrible. Sí, estamos equivocados.
Esta mujer no avanza por la acera
de esta ciudad,
esta mujer va por un campo yerto,
entre zanjas abiertas, zanjas antiguas, zanjas recientes,
y tristes caballones,

LUIS CERNUDA
PEREGRINO
¿Volver? Vuelva el que tenga,
Tras largos años, tras un largo viaje,
Cansancio del camino y la codicia
De su tierra, su casa, sus amigos,
Del amor que al regreso fiel le espere.
Mas, ¿tú? ¿Volver? Regresar no piensas,
Sino seguir libre adelante,
Disponible por siempre, mozo  o viejo,
Sin hijo que te busque, como a Ulises,
Sin Ítaca que aguarde y sin Penélope.
Sigue, sigue adelante y no regreses,
Fiel hasta el fin del camino y tu vida,
No eches de menos un destino más fácil,
Tus pies sobre la tierra antes no hollada,
Tus ojos frente a lo antes nunca visto.


Adolescente fui en días idénticos a nubes,
cosa grácil, visible por penumbra y reflejo,
y extraño es, si ese recuerdo busco,
que tanto, tanto duela sobre el cuerpo de hoy.
Perder placer es triste
como la dulce lámpara sobre el lento nocturno;
aquél fui, aquél fui, aquél he sido;
era la ignorancia mi sombra.
Ni gozo ni pena; fui niño
prisionero entre muros cambiantes;
historias como cuerpos, cristales como cielos,
sueño luego, un sueño más alto que la vida.
Cuando la muerte quiera
una verdad quitar de entre mis manos,
las hallará vacías, como en la adolescencia
ardientes de deseo, tendidas hacia el aire.



CÓMO LLENARTE SOLEDAD

Cómo llenarte, soledad,
sino contigo misma...

De niño, entre las pobres guaridas de la tierra,
quieto en ángulo oscuro,
buscaba en ti, encendida guirnalda,
mis auroras futuras y furtivos nocturnos,
y en ti los vislumbraba,
naturales y exactos, también libres y fieles,
a semejanza mía,
a semejanza tuya, eterna soledad.

Me perdí luego por la tierra injusta
como quien busca amigos o ignorados amantes;
diverso con el mundo,
fui luz serena y anhelo desbocado,
y en la lluvia sombría o en el sol evidente
quería una verdad que a ti te traicionase,
olvidando en mi afán
cómo las alas fugitivas su propia nube crean.

Y al velarse a mis ojos
con nubes sobre nubes de otoño desbordado
la luz de aquellos días en ti misma entrevistos,
te negué por bien poco;
por menudos amores ni ciertos ni fingidos,
por quietas amistades de sillón y de gesto,
por un nombre de reducida cola en un mundo fantasma,
por los viejos placeres prohibidos
como los permitidos nauseabundos,
útiles solamente para el elegante salón susurrado,
en bocas de mentira y palabras de hielo.

Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua persona
que yo fui,
que yo mismo manché con aquellas juveniles traiciones;
por ti me encuentro ahora, constelados hallazgos,
limpios de otro deseo,
el sol, mi dios, la noche rumorosa,
la lluvia, intimidad de siempre,
el bosque y su alentar pagano,
el mar, el mar como su nombre hermoso;
y sobre todo ellos,
cuerpo oscuro y esbelto,
te encuentro a ti, tú, soledad tan mía,
y tú me das fuerza y debilidad
como el ave cansada los brazos de la piedra.

Acodado al balcón miro insaciable el oleaje,
oigo sus oscuras imprecaciones,
contemplo sus blancas caricias;
y erguido desde cuna vigilante
soy en la noche un diamante que gira advirtiendo a los hombres,
por quienes vivo, aún cuando no los vea;
y así, lejos de ellos,
ya olvidados sus nombres, los amo en muchedumbres,
roncas y violentas como el mar, mi morada,
puras ante la espera de una revolución ardiente
o rendidas y dóciles, como el mar sabe serlo
cuando toca la hora de reposo que su fuerza conquista.

Tú, verdad solitaria,
transparente pasión, mi soledad de siempre,
eres inmenso abrazo;
el sol, el mar,
la oscuridad, la estepa,
el hombre y su deseo,
la airada muchedumbre,
¿qué son sino tú misma?

Por ti, mi soledad, los busqué un día;
en ti, mi soledad, los amo ahora.